miércoles, 22 de abril de 2015

SEAMOS FELICES/LOCOS YA ESTAMOS





De pequeño querías ser un artista, pero ni siquiera llegaste a tener una paleta de pintura.
Nunca conseguiste pintar tu propio lienzo, ni construir esa maravillosa casa con vistas a mi cuerpo.
Al final lo único que queda, creo, es todo eso que nunca hemos tenido, en forma de un montón de viejas revistas que catalogaron nuestro amor por imposible.
Todavía recuerdo el calor de tus abrazos, el sabor de tus besos, pero perdí la fe de esos labios por el de esas zorras a las que en madrugadas sin alma me imaginaba que les entregabas tu boca.
Siempre me fue más fácil creer en la salvación del paraíso que tenías entre las piernas, pero ya ves, ni las religiones propias aguantan las embestidas cuando las embestidas pueden ser compartidas con otras.
Quemaste aquel hilo del que pendíamos sin darnos cuenta, y ahora parece que no tengamos fuerzas para atar el nudo que separa ambos pedazos y volver a caminar unidos por él.
Al final siempre se hace de noche, y nunca estás entre mis sábanas y yo sólo espero que tu insomnio, de vez en cuando, lleve mi nombre.
Hay días en los que pienso que de las veinticuatro horas me sobran diecisiete y a las demás les faltas tú, pero jamás te lo he dicho porque se me da fatal desnudarme el alma. Así somos, los seres humanos. Intentando olvidarnos del amor y suplicando una pasión. Tenemos tanto miedo a que alguien nos rompa que preferimos esperar, que nos esperen, incluso no arriesgarnos a que nos puedan olvidar.
Ojalá esta estupidez nos dure menos de lo que podríamos tardar en irnos para siempre y poder disfrutar, el momento, de la tarde, la noche o la mañana. Ojalá. Dicen que para poder querer bien a alguien hay que quererse primero a uno mismo. Hay veces que para crear algo es necesario destruir otras cosas. Pero hay pérdidas para las que uno nunca está preparado, heridas que tardan en cicatrizar más de la cuenta, y lugares del alma de los que nunca te vas del todo.