jueves, 9 de abril de 2015

QUE SERIA ...

 
 


A veces parece que hay una caprichosa mano invisible empeñada en borrar el mundo de certezas que conoces, y eso nos asusta y nos enfada. Nos quejamos, pero es una queja inútil, porque la mano no nos escucha. Nuestra queja es igual que la de aquellos árboles que se empeñan en detener el viento que sopla sobre ellos. Tal vez si miramos de frente esa poderosa mano comprenderemos que nos está señalando otro camino y que depende de nosotros recorrerlo con una u otra actitud.
Existiría la cenicienta sin su cruel madrastra?
Qué sería del cuento de los tres cerditos sin un lobo feroz?
Habría un héroe sin una aventura que superar o un obstáculo a vencer?
Tal vez el progreso de la humanidad requiere que cada uno ocupe un papel en esta comedia, una obra en la que todos somos hermanos y compartimos un origen y un destino.
El amor que sirve a la vida no entiende de condiciones ni se rige por las reglas que nosotros entendemos. Incluso es probable que lo que menos le importe al mundo sea nuestra felicidad. Paradójicamente, se crece más cuando estamos en el dolor que nos lleva a mirarnos a nosotros mismos, que nos abre a los demás y a la vida. Es en la vulnerabilidad cuando aparece el auténtico ser que somos y cuando entonces el vínculo puede crecer y hacerse más fuerte.

DOS DIABLOS

 
 



La valentía de las palabras, la ausencia de las miradas. Esas eran las armas que protegían la habilidad de seguir fortaleciendo esa lujuria que existía entre los dos.
Ninguno de los dos eran la viva imagen de lo que representaban, ocultaban su timidez, envuelta entre el palabrerío por la ansiedad de lograr un perfecto momento. Ese momento tórrido, fogoso, sudoroso. Ese triunfo por arder ante el deseo de estar fundidos en uno solo. Aventuranzas de travesuras con el riesgo del máximo orgasmo.
Entre el y ella, había llegado el momento del silencio. Las palabras habían sido dejadas en el camino. Ahora solamente ese juego de ojos, hacia que sus labios fueran juntándose entre mordeduras de labios, mojándolos suavemente, haciendo que cada aliento fuera cogiendo velocidad ... Estaban tan cerca uno del otro, que el temblor de sus corazones aceleraba su respiración. Todo era ese momento. De el habían hablado muchas veces, de el tenían miedo, de el temblaban con ilusión y con terror.
Pero ahí estaban el y ella, comenzando su aventura, su liberación y sus ganas de vivir. Porque a pesar de sus diferencias, eran tan comunes como iguales, tan diferentes como únicos. Solo querían vivir ese momento de locura.