jueves, 9 de enero de 2014

Ayer acostada, mirando el techo de mi habitación, pensaba en la sensación de una estación de tren, de la cantidad de emociones que se pueden sentir en un andén. De esos viajes, que algunas veces, nos llevan rumbo a romper la monotomia, esos viajes que duran a la ida una eternidad y el regreso son como un chasquido de un dedo. Cada vez que abrimos la maleta y la ponemos encima de la cama, nuestro estómago siente un revoltear de mariposillas inquietas. Una emoción palpitante, un descontrol de ropas. Unas maletas, llenas, a veces, con todo lo innecesario para ocupar lo necesario. Partimos hacia algún lugar, unas veces con la firme intención de no regresar jamás, huyendo de una vida que queremos olvidar, o viajamos por placer, por estudios, por trabajo... pero todos tienen algo en común, por un tiempo vamos a romper la rutina. Arrastrar las maletas con los billetes en la mano y saber que a partir de ese instante.


Comienza la aventura!!!!!
Qué emocionante!!!!!



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