miércoles, 18 de marzo de 2020

AMOR&GUERRAS







 No siempre es fácil. El amor no siempre te hace reír. En ocasiones, no fluye la comunicación, el drama llama a la puerta por un mal gesto o por una palabra desafortunada, la verdad se esconde por miedo a decepcionar, o la estresante rutina te lleva a cancelar ese plan tan romántico con un ‘lo siento, work is work’. Y a la otra persona, sin ser para nada tu intención, en un día tonto o flojo de ánimo, se le cruza en el pensamiento la sombra de un nocivo: ‘¿Acaso ya no siente lo mismo?’ Qué va. No es eso. Es solo que una relación no es nada fácil. Porque pretendemos ser uno, con un único pensamiento, acción y omisión, cuando, en realidad, somos dos individuos labrando, cada uno, su propio camino. Porque cada personita lleva su propia mochila emocional, sus propios traumas, desplantes y chascos. ¿Y si confío y me la vuelven a jugar? ¿Y si me doy demasiado y me dejan tirado? Y ese temor, solo ese estúpido temor, te cava tu propia tumba.
No. El amor no son todo risas y arrumacos, y si no ¡es que es tóxico, danger! No. Ni blanco, ni negro, ni gris. Todos los puñeteros colores del arco iris componen algo tan íntimo y tan mágico como una relación.
 Y en el esfuerzo de comprenderse, en el empeño de inyectar rosa en los días grises de tu pareja, en las ganas de compartir juntos el azul del cielo, el verde esperanza y todos esos marrones que aparecen de la nada sin avisar, está el verdadero amor. 
En construir hasta cuando todo está destruido. En hacerle ver al otro que el amarillo no tiene por qué traer mala suerte si estáis juntos, y que al negro, no hay que temerle: es el más elegante y queda que ni pintado.

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